Conceptualización y metodología para medir la Pobreza infantil en América Latina y el Caribe

– Foto tomada por Ericsson Rojas

Foto tomada por Daniela Muñoz

“Pero no todas las personas en situación de pobreza la experimentan del mismo modo, ni son igualmente vulnerables a ella o tienen las mismas posibilidades de superarla, presentándose una importante heterogeneidad de la vivencia, causas y consecuencias de la pobreza según edad, sexo, pertenencia étnica y ubicación rural-urbana.

La comprensión de lo que representa la pobreza necesita de un enfoque y de una medición multidimensional, que involucre tanto las privaciones materiales –sobre todo en aspectos vinculados a la provisión y calidad de los servicios y bienes públicos que afectan directamente el ejercicio de los derechos de la población infantil– como las insuficiencias
del ingreso familiar para satisfacer las necesidades de los miembros del hogar.

Conceptualización y metodología para medir la pobreza
infantil Pobreza infantil en América Latina y el Caribe

CEPAL, & UNICEF. (2010)
(pp. 15). Geneva: Naciones Unidas

El término pobreza tiene diferentes connotaciones y habría que tener en cuenta distinciones semánticas profundas. Paul Spicker (1999, citado en Feres y Mancero, 2001b) identifica 11 formas de interpretar y entender la pobreza, a saber: necesidad, estándar de vida, insuficiencia de recursos, carencia de seguridad básica, falta de titularidades, privación múltiple, exclusión, desigualdad, clase, dependencia y padecimiento inaceptable.

Muchos autores e instituciones, cuando se refieren a este fenómeno, ponen énfasis en la calidad de vida. Por ejemplo, Altimir, ya hace más de tres décadas, definió la pobreza como “un síndrome situacional en el que se asocian el infraconsumo, la desnutrición, las precarias condiciones de vivienda, los bajos niveles educacionales, las malas condiciones sanitarias, una inserción inestable en el aparato productivo, actitudes de desaliento y anomia, poca participación en los mecanismos de integración social, y quizá la adscripción a una escala particular de valores, diferenciada en alguna medida de la del resto de la sociedad”
(Altimir, 1979, pág. 1 y 2).

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, 1997) sostiene que la pobreza se refiere a la incapacidad de las personas de vivir una vida tolerable, y distingue entre pobreza de ingresos y pobreza humana.
La primera alude a la privación en una sola dimensión –el ingreso–, ya sea porque se considera que ese es el único empobrecimiento que interesa o que toda privación puede reducirse a un denominador común. En cambio la segunda
responde al empobrecimiento en múltiples dimensiones: la privación en cuanto a una vida larga y saludable, al conocimiento, a un nivel digno de vida y a la participación. El concepto de pobreza humana considera que la falta de
ingreso suficiente es un factor importante de privación, pero no el único.

[…] Uno de los aportes más importantes de este enfoque, con respecto a la reducción de la pobreza, tiene que ver con el otorgamiento de poder a los pobres, pues la gran mayoría de los derechos humanos están relacionados con los derechos de las personas a ciertas libertades, lo que deviene necesariamente en una ampliación de su libertad de acción para estructurar sus propias vidas
(ACNUDH, 2004).

La exclusión de los niños y niñas del derecho a recibir servicios básicos puede ser producto de factores como la pobreza a gran escala –pero también de disparidades en el acceso a los servicios–, o motivos relacionados con el ingreso y el lugar de residencia, así como por la discriminación basada en el género, en el origen étnico y racial o en la discapacidad.”

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